Hoy os voy a relatar una experiencia que me quedó grabada a fuego y que no me costará mucho recordar porque las sensaciones no son fáciles de olvidar.
Era un caluroso 9 de julio de 2009 y me quedaba muy poco para cumplir 19 años. Esa edad en la que sólo pensamos en pasar el mayor tiempo posible fuera de casa y en la que nos cuesta dar valor a muchísimas cosas que luego, el propio tiempo, te las va facturando.
Por aquel entonces yo era un novel en el mundillo de la fotografía y tampoco llevaba mucho tiempo “volando solo” por las carreras. Con 10 meses de carnet, cámara en mano había empezado a forjar mi vocación y a entablar las primeras relaciones, que es lo mejor que me ha dado esta afición.
El equipo M-Boss Racing, de la familia Marbán, había organizado una jornada de test privada para, con un asombroso despliegue técnico digno de cualquier equipo oficial, poner a punto la unidad del Córdoba WRC con la que había sufrido un percance en el anterior Rallye Shalymar y que estrenaba colores para el equipo.

Por hablar de dónde viene esta unidad, sólo hace falta decir que las primeras manos que pilotaron este chasis fueron las de Harri Rovanperä y posteriormente las de Toni Gardemeister, Piero Liatti y otros muchos pilotos de renombre.
Por aquel entonces había entablado una buena relación, que mantengo a día de hoy, con Dani Marbán y me invitó en calidad de fotógrafo a los test que se realizarían en una zona cercana a los tramos del Rallye de Talavera, en un tramo de aproximadamente 2 kilómetros de asfalto roto, abrasivo y con muy pocas zonas rápidas.
La jornada fue de lo más interesante. Un ingeniero alemán se comunicaba con Dani y con sus excelentes y reputados mecánicos (David y Mika) para hablar sobre una cantidad de parámetros que a mí, personalmente, se me escapaban. Datos sobre el reglaje de suspensiones y, como curiosidad, un ordenador con Windows 98 para ver el resto de datos de una centralita que sólo soportaba ese sistema operativo obsoleto desde hacía 10 años.

Entre pasada y pasada, miraba perplejo con qué facilidad se cambiaban los amortiguadores de un WRC. Ese coche estaba hecho expresamente para facilitar la vida de los mecánicos y hacer más eficaz la conducción del piloto.
Casi finalizado el día y tras muchas pasadas con el Córdoba a las que se sumaban las de su padre, Pepe, con el 206 WRC; yo ya tenía material de fotos suficiente y me hicieron llamar por radio para que subiese al punto de salida. Cuando llegué el Cordoba estaba esperando para salir de nuevo al tramo, pero no había nadie de copiloto. Sin siquiera darme cuenta, apareció alguien que me enfundó un casco y me sentó en el asiento del miedo mientras me ayudaba a atarme y a explicarme que pegase bien la cabeza al asiento y que apretase fuerte los pies hacia delante.

El claxon del coche comenzó a sonar sin parar y yo miraba a Dani esperando que diese una explicación lógica, pero lo único que me dijo entre risas fue que apartase el pie de ahí. Había obedecido tanto a la orden de apretar fuerte contra el reposapiés que no era consciente de que allí se encontraban botones como el claxon o el limpiaparabrisas para que el piloto sólo tenga que concentrarse en rodar lo más rápido posible.
Dentro del WRC… todo lo importante que sea necesario tocar está a poco alcance de la mano y todo lo que es necesario ver, está en un vistazo rápido. Además, la toma de aire del techo, alivia un poco el sofocante calor.
Nos disponíamos a salir. Hace más de 10 años intentaba explicar la sensación de la aceleración de esta bestia con un accidente de tráfico, pero no había sufrido ninguno. Hoy, puedo asegurar que la sensación es muy similar a estar parado con tu coche y que alguien llegue por detrás a una buena velocidad y te embista.

A partir de aquí todo pasa muy deprisa en ese tramo tan estrecho y roto. Desde fuera parecía más fácil, pero cada marcha que sube hace que la curva esté más cerca y que yo me preguntase “¿Cuándo co***** piensa frenar este tío?”. Las reacciones se suceden en milésimas de segundo y cuando piensas que no hay forma de evitar salirse de lo negro… clava el freno, baja dos hierros y la bestia se agarra a la curva como si llevase un imán de Scalextric. Un poco más adelante, en la única “zona rápida” del tramo, que eran unas tres o cuatro curvas enlazadas con mucho peralte, pude ver como el display central marcaba 150 km/h en 6ª mientras íbamos, literalmente, volando de una curva a otra mientras mi mente no podía dejar de pensar en el trabajo de los copilotos y su capacidad para leer notas a esas velocidades y con esos meneos de un lado a otro a sabiendas de lo caro que costaría un mínimo error en cualquiera de las partes del binomio.
Llegamos al final del tramo y, con un leve toque al freno de mano ya estábamos de nuevo mirando para arriba y volvíamos a coger ritmo. En la primera curva, las gomas habían cogido algo de suciedad de la zona que se daba la vuelta, y el coche hizo un amago de subviraje pero en un momento Dani lo corregía. Los guardarraíles pasaban muy cerca e incluso en alguno llegué a quitar la mano de la barra que cruza la puerta en un acto reflejo. Es digno de admirar la capacidad de medir y apurar cada centímetro para lograr la mejor trazada.
Y ahora toca responder la pregunta: ¿Qué se siente a bordo de un Seat Córdoba WRC?
Es sencillo… El subidón de adrenalina hace efecto y esta nueva experiencia se convierte en una droga. Lo has probado y estás enganchado para toda tu vida.





